jueves, 22 de julio de 2010

Síndrome de Peter Pan


Los adultos que no desean crecer



El Síndrome de Peter Pan hace referencia a los adultos que continúan comportándose como niños o adolescentes y no son capaces de tomar la responsabilidad de sus actos. Personas que se niegan a crecer con una marcada inmadurez emocional matizada por una fuerte inseguridad y un gran temor a no ser queridos y aceptados.

Principales Síntomas:

Aunque los adultos han llegado a la treintena o incluso rondan la cuarentena de años continúan comportándose como niños pequeños. Estas personas parecen seguras de si mismas e incluso arrogantes; sin embargo, esto es solo una coraza para ocultar sus verdaderas inseguridades e indecisiones. Se esconden detrás de excusas o mentiras para disimular su incapacidad para crecer; suelen hablar de fantásticos proyectos, negocios increíbles, grandes aventuras amorosas… Estas fantasías (mayormente imposibles de cumplir) les permiten eludir sus responsabilidades y poder culpabilizar a los otros de las cosas negativas que les ocurren.

Otra serie de “síntomas”:

- Se siente altamente seducido por la juventud, etapa que suele tener idealizada intentando negar su madurez.

- Miedo a la soledad.

- Altamente inseguro y con baja autoestima.

- Su actitud se centra en recibir, pedir y criticar pero no se molesta en dar o hacer. Esto hace que viva centrado en sí mismo y en sus problemas sin preocuparse demasiado por lo que le sucede a las personas a su alrededor.

- Considera que el compromiso es un obstáculo para su libertad.

- No adopta la responsabilidad por sus actos mientras que los otros deben hacerlo por él.

- Se siente permanentemente insatisfecho con lo que tiene pero no toma iniciativas para intentar solucionar su situación. Es una persona que lo quiere todo pero no desea esforzarse para lograrlo.

Generalmente estas dificultades tienen su origen en la niñez, cuando el pequeño experimentó una carencia afectiva (objetiva o subjetiva). Al crecer, estas personas continúan sintiéndose desprotegidas y angustiadas frente a lo desconocido.

La persona afectada por el Síndrome de Peter Pan, necesita a su lado a otra persona que satisfaga sus necesidades; muchas veces este rol es encarnado por los progenitores, un hermano mayor o la pareja.
Es más frecuente entre los hombres y generalmente las personas desconocen que lo padecen hasta que alguna situación crítica les hace valorar su forma de comportarse y enfrentar el mundo.
Estas personas se sienten incomprendidas y, como culpan a los demás de todo lo que les sucede, resulta difícil que se den cuenta de su problema.


Síndrome de Wendy



La necesidad de satisfacer al otro

Miedo al rechazo y pavor ante el abandono son las causas principales que llevan a las personas a complacer a los demás, y sobre todo a la propia pareja, más allá de los límites racionales.…Es lo que se conoce como el "Síndrome de Wendy", un complejo entramado de comportamientos y sentimientos que se asocian con el más conocido "Síndrome de Peter Pan".

El Síndrome de Wendy, se puede delimitar como un conjunto de comportamientos que realiza una persona por miedo al rechazo, por la necesidad de sentirse aceptada y respaldada y por el temor a que nadie le quiera. Sienten una necesidad de seguridad que los lleva a ser serviles con los demás.

características de las personas con el Síndrome de Wendy:

- Sentirse imprescindible.

- Comprender el amor como sacrificio y resignación.

- Evitar a toda costa que las personas a su alrededor se enfaden.

- Insistir en hacer las cosas en lugar de la otra persona.

- Pedir continuamente perdón por todo aquello que no ha hecho o no ha sabido hacer aún cuando la responsabilidad evidentemente, no es suya.

- Necesidad de proteger a los que le rodean asumiendo una figura paternal o maternal.

Es importante diferenciar entre el cuidado, la protección y la atención (que a veces roza a la sobreprotección), y el Síndrome de Wendy, el cual se centra en que la persona actúa básicamente por el miedo a ser abandonada.

Su diagnóstico se realiza porque las personas acuden a la consulta sintiéndose "quemadas", sobresaturadas o agobiadas. Quienes padecen este síndrome acuden al especialista por voluntad propia, se necesitan varias sesiones de psicoterapia para que puedan:

1. concientizar su verdadero problema.
2. aprender a manejar sus patrones de conducta que se han ido consolidando a lo largo del tiempo y sustentan el síndrome.

Síndrome de Cotard

El síndrome de Cotard o creerse un muerto viviente es un extraño síndrome psiquiátrico que conlleva depresión, tendencias suicidas y otros síntomas descritos por Jules Cotard en 1880, una de sus pacientes lo padecía, posteriormente han habido otros casos.

Los pacientes que lo sufren tienen la creencia de que están muertos , que no tienen nervios, ni sangre ni cerebro ni otros órganos, creen que se están pudriendo, incluso dicen oler como se pudre su carne. Se perciben como muertos vivientes o zombies. Otras veces creen ser inmortales aunque solo sean piel y huesos. Creen ser muertos vivientes. Los aquejados con este síndrome tienen delirio nihilistico o de negación. Comienzan con la negación de la existencia del exterior y llegan luego a negar su propia existencia. Se aíslan del mundo.

Principales síntomas del Síndrome de Cotard:

  • Creencia que no existe su cuerpo. Es un delirio el paciente cree estar viviendo algo de forma real cuando solo se da en su imaginación
  • Creencia que se están quedando sin sangre.
  • Pensamientos negativos
  • Creencia que ya están muertos- Con delirios olfativos ellos incluso huelen que se están pudriendo
  • Creencia que los gusanos están bajo su piel
  • Creencia que son inmortales
  • Creencia que se están descomponiendo
  • Creencia que no tienen órganos internos.
  • Analgesia o ausencia de dolor
  • Automutilaciones

Se desconoce con certeza qué provoca el síndrome de Cotard, aunque aparece relacionado con la depresión y con la esquizofrenia. Habitualmente aparece de forma repentina. Se han descrito diversos niveles del síndrome de Cotard, desde síndrome parcial a síndrome completo.

Algunos investigadores han visto con las técnicas de neuroimágen , algunas lesiones que afectan al procesamiento visual. La terapia TEC (terapia electro convulsiva) suele producir mejorías en todos los pacientes al incrementar el flujo sanguíneo en zonas del cerebro como la corteza frontal, los ganglios basales, o el tálamo.

Caso de Síndrome de Cotard

Recomiendo leer la entrada de Síndrome de Cotard, antes de leer este ejemplo:

Los Psiquiatras Eduardo Castrillon y Boris Guitérrez de la Universidad del Valle presentan un caso del síndrome de Cotard:

  • Paciente mujer (a la que daremos el nombre de “Laura”)
  • Edad 48 años
  • Estado civil: Lleva viuda desde los 24 años.
  • Lugar de residencia: Laura ha vivido en los Estados Unidos y en Colombia.

  • Trastornos del estado de ánimo: Laura durante su estancia en los Estados Unidos sufrió varios episodios depresivos recurrentes, fue tratada con distintos antidepresivos. Al perder su trabajo la paciente presenta síntomas depresivos, insomnio recurrente, incapacidad para sentir placer, ansiedad, sentimiento de culpa y minusvalía.
  • Después aparecieron las ideas suicidas, hubo varios intentos de suicidio (cortes superficiales en las muñecas). Al parecer al darse cuenta de que no era capaz de suicidarse aparecieron otros síntomas.
Laura comenta: “El 20 de febrero vi que salía un humo por mi boca, al día siguiente me miré al espejo y mis ojos habían cambiado, no tenían vida. Me di cuenta que ese humo que salía por mi boca era mi alma saliendo de mi cuerpo”.

  • A partir de ese momento, Laura tenía la creencia de ser una muerta viviente, se veía como una zombie. Laura pensaba que sentirse así era un castigo divino por haber intentado suicidarse. Laura comenzó a desarrollar alucinaciones olfativas, decía que su cuerpo se estaba pudriendo y ella lo olía. Decía sentir un cosquilleo bajo la piel como si los gusanos la estuvieran devorando.
  • Al ser consciente de que estaba muerta dejo de comer, porque decía que “los muertos no comen”, esto provocó un drástico descenso de peso. Se le realizaron estudios de neuroimagen para detectar si había algún problema cerebral, pero todos dieron negativos.
  • A ser un caso extraño y no haber muchos casos descritos en en mundo no se sabía bien que tratamiento ponerle a la paciente. Algo había que hacer, el descenso de peso era preocupante. Se comienza a tratar a Laura con distintos medicamentos antipsicóticos (como Prozac , flouxetina).
  • Pasaron unos meses y aparentemente no había señales de mejora. Se recurrió a una herramienta terapéutica, la terapia electro convulsiva a fin de incrementar el flujo sanguíneo en su cerebro. Después de 6 sesiones, los delirios comenzaron a controlarse hasta llegar a desaparecer.

martes, 6 de julio de 2010

Tratar con personas difíciles

La técnica del «disco rayado» es un gran truco para cuando nos encontramos con alguien que empieza a ser demasiado persistente y con el que no ha funcionado ningún otro método de disuasión. (Quizá cuando tenemos que parar los pies a un vendedor demasiado entusiasta o a alguien que está demasiado interesado en nosotros en el ámbito personal.) La técnica consiste simplemente en repetir la misma frase una y otra vez, independientemente de lo que diga el otro. Por ejemplo:

-Estamos instalando ventanas con vidrio doble en la casa que está al final de la calle y...

-No estoy interesado, gracias.

-A usted le haríamos un precio especial, puesto que ya estamos trabajando en la zona.

-No, gracias, no me interesa.

-Sería una buena inversión para su propiedad.

-No me interesa -y cierra la puerta.

Cuando haya repetido la misma frase tres veces, el vendedor probablemente ya se habrá dado cuenta de que realmente no está interesado. Como persona asertiva, ha de aceptar el hecho de que él tiene derecho a pedirle que considere su oferta, pero usted también está en su derecho a decir que no.

domingo, 13 de junio de 2010

El detector de mentiras


> El autocontacto:
a menos que topes con un mentiroso profesional y desvergonzado, el autor del "crimen" no suele tener la conciencia tranquila. Por eso, durante su recital se tocará la cara más que de costumbre. Se pondrá la mano en la boca, como si quisiera impedir que las palabras salgan, se tocará la nariz (¿para impedir que se alargue?) y podrá pasarse la mano por el cabello o acariciarse nerviosamente la barbilla…

> No se está quieto: se aguanta sobre una pierna y luego sobre la otra, se balancea, no para de cruzar y descruzar las piernas, su pie parece que lleva el ritmo… En pocas palabras, tiene prisa: ¡quiere salir corriendo lo más rápido posible!

> ¡Juego de manos, juego de villanos!: el mentiroso las esconde tras la espalda, las mete en los bolsillos o las mantiene ocupadas jugando con las llaves, con un bolígrafo… Según Gordon R.Wainwright, especialista de comunicación, el hecho de exponer las palmas de las manos es un gesto bastante corriente entre los mentirosos. Contrariamente a su primer significado, la impotencia, este gesto pretende ganarse la simpatía de su interlocutor.

El lenguaje de la seducción


> El efecto espejo:
cuanto más cercanas son las personas o desean serlo, más harán eco de los movimientos del otro. Así, nos sorprendemos al cruzar una pierna, al frotarse el ojo o a ponernos bien el cabello cuando el interlocutor hace lo mismo. Si nos inclinamos hacia él y hace lo mismo: ¡bingo! Es buena señal.
Al contrario, si retrocede en su asiento, desgraciadamente muestra que se desinteresa de la conversación y de ti…

> Alarde amoroso: los especialistas destacan que, igual que los animales, los hombres y las mujeres adoptan ciertos gestos que invitan a ir más allá…
Durante una conversación con un hombre, una mujer no será forzosamente consciente de que acerca los brazos a su cuerpo y de que se inclina hacia delante para destacar su escote o ajusta su top para descubrir mejor su pecho. Por su parte, el hombre enviará una señal de abertura si está sentado con las piernas abiertas, los pulgares en los bolsillos y los puños relajados.

> Los movimientos de la cabeza: para animar una conversación y mostrar tu atención, mueve suave y regularmente la cabeza. Una ligera inclinación hacia el lado basta para indicar tu compasión e interés.